No, no ejecutamos a nadie. Pero es cierto que cuando nos toca editar, los errores del traductor hacen brotar en nosotros instintos asesinos... que solo duran hasta que entregamos el trabajo, por suerte.
En una interesante columna de opinión de julio de 2018, en The New York Times, Mark Polizzotti, autor de “Sympathy for the Traitor: A Translation Manifesto”, escribe sobre "Las consecuencias mortales de malinterpretar" (Why Mistranslation Matters, en su versión original). En el artículo se mencionan errores históricos de interpretación, como el clásico de la manzana en la Biblia y otros muy conocidos de la política, y se comenta la dificultad de traducir los dichos del presidente estadounidense actual a la velocidad que se requiere hoy.
Extraigo un párrafo del texto de la versión en español. Lamentar que hayan ejecutado a tantos colegas inexpertos o ineficaces, con o sin justa razón, no me redime de las ejecuciones mentales que he llevado a cabo a lo largo de los años...
Una traducción del Nuevo Testamento al inglés común, realizada por el erudito del siglo XVI William Tyndale, provocó que el clero lo ejecutara por hereje; poco tiempo después el impresor y estudioso francés Étienne Dolet murió ahorcado y quemado en la pira debido a una traducción de Platón que se consideró también una herejía.
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